martes, junio 29, 2010

Más reflexiones sobre los cristianos y la política

Más reflexiones sobre los cristianos y la política
Los cristianos requerimos estár informados de las posibilidades que ofrece nuestra sociocultura, bien formados en la doctrina social de la Iglesia y ejercitarnos reflexiva y críticamente para tomar decisiones respecto a la vida política.

Ataliva Amengual

Es frecuente escuchar entre los cristianos frases como las siguientes: “yo soy apolítico”, “me carga la política pues los partidos políticos, son pura lucha por el poder”, “los partidos y los políticos son todos, o en su gran mayoría, corruptos”, “la política lleva a la corrupción moral”. Frases como éstas, y otras semejantes, se expresan para “justificar” la no participación en la vida política, por parte de muchos cristianos.
Sin embargo el Magisterio de la Iglesia declara, al respecto: Las acusaciones de arribismo, de idolatría del poder, de egoísmo y corrupción que con frecuencia son dirigidas a los hombres del gobierno, del parlamento, de la clase dominante, del partido político, como también la difundida opinión de que la política sea un lugar de necesario peligro moral, no justifican lo más mínimo ni la ausencia ni el escepticismo de los cristianos en relación con la cosa pública.
[1]
De acuerdo a estas enseñanzas esa manera de pensar que se expresa en las frases arriba indicadas no es justificadas, ni justificables para explicar la ausencia de participación, ni el escepticismo frente a la política por parte de los cristianos, muy por el contrario: los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la «política» … todos y cada uno tienen el derecho y el deber de participar en la política, si bien con diversidad y complementariedad de formas, niveles, tareas y responsabilidades. [2] salvaguardando la coherencia entre sus opciones y el Evangelio y dando, dentro del legítimo pluralismo, un testimonio, personal y colectivo, de la seriedad de su fe mediante un servicio eficaz y desinteresado hacia la humanidad.[3]
La razón de esa necesaria participación es que…los fieles laicos han de testificar aquellos valores humanos y evangélicos, que están íntimamente relacionados con la misma actividad política. [4] y porque La solidaridad es el estilo y el medio para la realización de una política que quiera mirar al verdadero desarrollo humano. Esta reclama la participación activa y responsable de todos en la vida política, desde cada uno de los ciudadanos a los diversos grupos, desde los sindicatos a los partidos. Juntamente, todos y cada uno, somos destinatarios y protagonistas de la política.
Y no sólo la Iglesia nos enseña acerca de la necesaria participación política de los cristianos sino que “…alaba y estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la cosa pública y aceptan el peso de las correspondientes responsabilidades”.
[5]
Y puesto que ningún partido político por más inspirado que esté en la doctrina de la Iglesia, puede arrogarse la representación de todos los fieles, ya que su programa concreto no podrá nunca tener valor absoluto para todos. La política partidista es el campo propio de los laicos.
[6] lo que conlleva a que haya un pluralismo político entre los cristianos y haya que reconocer una legitima variedad de opciones posibles. Una misma fe cristiana puede conducir a compromisos diferentes [7].

Por eso la Iglesia invita a toda la comunidad cristiana a la doble tarea de animar y renovar el mundo con el espíritu cristiano, a fin de perfeccionar las estructuras y acomodarlas mejor a las verdaderas necesidades actuales.
[8]
La Iglesia invita a influir en las estructuras, a través de la participación política.

A mujeres y hombres cristianos que a primera vista parecen oponerse partiendo de opciones diversas, pide la Iglesia un esfuerzo de recíproca comprensión benévola de las posiciones y de los motivos de los demás;
[9]
La Iglesia pide que nos esforcemos en comprender benévolamente las posiciones y los motivos de los otros frente a las diversas opciones posibles.

un examen leal de su comportamiento y de su rectitud sugerirá a cada cual una actitud de caridad más profunda
[10]
Para que buscando la verdad, en nuestras motivaciones y acciones profundicemos en la caridad entre nosotros.

Y que aun reconociendo las diferencias, les permitirá confiar en las posibilidades de convergencia y de unidad. «Lo que une, en efecto, a los fieles es más fuerte que lo que los separa»
[11]
Lo que no impide reconocer conjuntamente las diferencias y la unidad en el amor, dado que como decía Juan Pablo II “¡El amor es más fuerte!”

Es cierto que muchos, implicados en las estructuras y en las condiciones actuales de vida, se sienten fuertemente predeterminados por sus hábitos de pensamiento y su posición, cuando no lo son también por la defensa de los intereses privados.
[12]
.Muchos se sienten altamente condicionados, predeterminados, por las estructuras actuales de la vida social y mantienen y propugnan la mantención sus hábitos de pensamiento del estado de cosas y muchas veces no defienden el bien común, sino intereses privados.

Otros, en cambio, sienten tan profundamente la solidaridad de las clases y de las culturas profanas, que llegan a compartir sin reservas todos los juicios y todas las opciones de su medio ambiente (
37).[13]
Otros en cambio solidarizan sin reflexionar y comparten impremeditadamente las opciones que le ofrecen su cultura.

Cada cual deberá probarse y deberá hacer surgir aquella verdadera libertad en Cristo que abre el espíritu de las personas a lo universal en el seno incluso de las condiciones más particularizadas.
[14]
Siempre se requiere reflexionar críticamente teniendo presente las doctrina social de la Iglesia, buscando el bien común que supera los particularismos.

Los cristianos requerimos estár informados de las posibilidades que ofrece nuestra sociocultura, bien formados en la doctrina social de la Iglesia y ejercitarnos reflexiva y críticamente para tomar decisiones respecto a la vida política.

21/06/2010



NOTAS

[1] Juan Pablo II. Christi fideles laicis, nº 42
[2] Ibid.
[3] Pablo VI: Octogesima adveniens, nº 46
[4] Ibid.
[5] Ibid.
[6] Documento de Puebla, nº 523-524
[7] Octogésima Adveniens nº 50
[8] Ibid.
[9] Ibid.
[10] Ibid.
[11] Ibid
[12] Ibid.
[13] Ibid.
[14] Ibid.

domingo, junio 13, 2010

Laicos cristianos y política

Ataliva Amengual.

Hoy la crisis es global. Estamos en un momento histórico difícil los movimientos de capitales, la globalización, el poder de los nuevos e instantáneos medios de comunicación? Abarca a todos los sectores, azota a todos los continentes, aunque agobia y maltrata con mayor intensidad a los más pobres, también a los que se creían inmunes y fuertes. Es tan amplia y compleja esta crisis que abarca y hiere a la misma Iglesia aquejada de males deplorables que le obstaculizan desempeñar su misión.

Es inquietante que se haya dado un cambio tan grande en la vida del catolicismo, desde los momentos optimistas y alegres del Concilio que orientaba para los nuevos tiempos, indicándonos leer los «signos de los tiempos», y el retraimiento, aislamiento y sospechas que hoy la limitan con los cercos, del individualismo, del laicismo, del “progresismo”, del relativismo. Parece que no tuviera presencia, que ya no orientara. Hay ausencia de líderes, o mejor dicho, hay pocos, dirigentes cristianos en la vida social y política que den testimonio del Evangelio. Se echan de menos y se precisan.

En el cercano mes de mayo pasado el Papa Benedicto XVI se dirigió a los miembros del Consejo Pontificio para los Laicos [1] y les dijo: El tema de esta Asamblea vuestra: “Testigos de Cristo en la comunidad política", reviste una particular importancia. Señalemos que para el Papa y la Iglesia es importante ser testigos de Cristo en la comunidad política.
Comenzó por señalar que la misión de la Iglesia no se dirije a la formación técnica de los políticos. Su misión es “dar su juicio moral también sobre cosas que atañen al orden político, cuando esto sea requerido por los derechos fundamentales de la persona y por la salvación de las almas… utilizando todos y solo esos medios que son conformes al Evangelio y al bien de todos, según la diversidad de los tiempos y de las situaciones" [2].

La Iglesia se concentra particularmente en educar a los discípulos de Cristo, para que sean cada vez más testigos de su Presencia, en todas partes. Trata de educar a los laicos para que den testimonio en la vida política de la caridad en la verdad para cambiar eficientemente el mundo y para que den fe de que el Evangelio es garantía de libertad y mensaje de liberación; ejerciendo la política fundados en los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, en principios como el de la dignidad de la persona humana, como el de la subsidiariedad y la solidaridad, principios que son de gran actualidad y valor para la promoción de nuevas vías de desarrollo al servicio de todo el hombre y de todos los hombres, es decir, al servicio del bien común.

El Papa también indica como ha de ser la participación de los fieles laicos dedicados a la política nos dice que deben concurrir activamente en la vida política, y nos señala el modo de hacerlo:
1) coherentemente con las enseñanzas de la Iglesia,
2) compartiendo razones bien fundadas y grandes ideales,
3) aceptando la dialéctica democrática
4) y en la búsqueda de un amplio consenso con todos aquellos a quienes importa la defensa de la vida y de la libertad, la custodia de la verdad y del bien de la familia, la solidaridad con los necesitados y la búsqueda necesaria del bien común.
5) no buscando la hegemonía política o cultural.

El Papa retomando la expresión de sus Predecesores, afirma que la política es un ámbito muy importante del ejercicio de la caridad.
La necesidad de políticos auténticamente cristianos debe estar bien presente en los itinerarios educativos de las comunidades eclesiales y requiere nuevas formas de acompañamiento y de apoyo por parte de los Pastores.
Actuar en política es un desafío exigente. Los tiempos que estamos viviendo nos ponen ante problemas grandes y complejos que debilitan la democracia y favorecen el dominio de los poderes fuertes.
Para los católicos, nos dice el Papa, es necesario:
1) recuperar y revigorizar una auténtica sabiduría política;
2) ser exigentes en lo que se refiere a la propia competencia;
3) servirse críticamente de las investigaciones de las ciencias humanas;
4) afrontar la realidad complejamente en todos sus aspectos,
5) mostrarse abiertos a todo verdadero diálogo y colaboración, teniendo presente que la política es también un complejo arte de equilibrio entre ideales e intereses,
6) contribuir a que la inteligencia de la fe se convierta en inteligencia de la realidad, clave de juicio y de transformación.
7) Buscar una verdadera “revolución del amor”.

A este servicio de la política están llamados de manera especial los jóvenes quienes tienen delante de sí grandes exigencias y desafíos en su vida personal y social.
Sin embargo, [3] ¿Qué idea tienen los ciudadanos, especialmente los jóvenes, de la política?
La impresión de que la política es un dominio de la corrupción ¿no ha provocado en ellos un desinterés casi generalizado?
¿No se ve la política como una tarea que oscila entre la mera búsqueda del poder, de los “votos”, y la navegación en el mar de las tensiones y los particularismos, y que termina por agotar las energías de cualquiera?

Y en la vida de la Iglesia cabe preguntarse si la formación que se imparte en las comunidades cristianas, si la educación que se proporciona a los laicos: ¿ está de acuerdo, efectivamente, con la enseñanza de la Iglesia, tanto en los aspectos de la fe como en la moral?

¿Se enseña a los fieles que la fe incide en el contexto social y lleva a la preocupación por los más débiles?

¿Está la Doctrina social de la Iglesia en la primera línea, como consecuencia de la oración y de la participación en los sacramentos?

¿Se presentan, sobre todo a los jóvenes, ideales altos de santidad y apostolado, y al mismo tiempo se cultiva en ellos la sensibilidad por las tareas sociales, culturales y políticas, que son oportunidades para servir?

Y sin embargo si no cabe, especialmente para los cristianos, desentenderse de la política porque los fieles laicos son Iglesia en el mundo, haciendo el mundo ¿cómo podrán enfrentarse al trabajo político si no están bien formados, adecuadamente educados?

Como señalábamos en el capítulo “Nuestra responsabilidad” [4] Cada cristiano debe asumir una responsabilidad activa en materia política. Esto significa para él una serie de deberes ineludibles.
El primero de estos es formarse. Se trata, sin duda, de la formación general como persona y como cristiano, pero, más en particular y en relación con las responsabilidades políticas, de llegar a descubrir una respuesta coherente como pueblo a los desafíos de nuestro tiempo a la luz del Evangelio y de la enseñanza social de la Iglesia.
El segundo de estos deberes es informarse. De este deber deriva el derecho a una información veraz y oportuna. Sin ella resulta imposible conocer la realidad social, los desafíos y urgencias que ella plantea, las propuestas más adecuadas para la concordia y el desarrollo justo de la sociedad. Como cristianos tenemos la responsabilidad por aprender a analizar críticamente la realidad en la cual vivimos. A través de la información podemos conocer las causas de los problemas y buscar alternativas constructivas.
El tercero es el deber de participar en la vida social y política según la vocación propia de cada cual. Una primera forma de participar es a través de las organizaciones y movimientos sociales. Ellos pueden ejercer una presión real sobre los gobernantes para que tomen las decisiones en función del bien común. Es importante que la ciudadanía ejerza un papel fiscalizador sobre las actuaciones de sus gobernantes. Hay que confrontar y evaluar las gestiones del gobierno a la luz de los programas presentados a través de una auditoría cívica.
Una forma más explícita de participación es a través de los partidos políticos.
Parece obvio que estos deberes son mayores en la medida que cada uno reconozca en sí mismo su propia vocación política. Así, el ciudadano común, aunque deba formarse, informarse y participar, tendrá una exigencia menos que aquél que es miembro de un partido político o aquél que asume responsabilidades políticas directas.

Si queremos obrar de forma más explícita y eficaz en cambiar las estructuras de pecado [5] debemos participar en los partidos políticos para cambiar dichas estructuras en estructuras de amor, y de ese modo influir, especialmente, aunque no únicamente, en los parlamentarios que hacen las leyes que después nos obligan a todos.

Sin embargo,no debemos desorientarnos: lo que esperamos como cristianos no debería confundirse con lo que podemos lograr con la acción política.

Hoy podemos constatar que es muy escaso el testimonio de los católicos en la política; «el cristianismo, vocacionalmente vivido, es un bien escaso entre los creyentes»,[6] de donde surge la necesidad de «colmar la notable ausencia del ámbito político, de voces e iniciativas de líderes políticos».[7] para dialogar con el individualismo, el laicismo, el “progresismo”, con el relativismo. Estos “ismos” nos enfrentan hablando profusamente de que no habrá discriminación por raza, género, idioma, estatus económico, religión, pero, sobre todo respecto a este último aspecto: el religioso, se empeñan en propagar el postulado de que la religión pertenece al estadio infantil de la humanidad, tratando de persuadir para que se abandone la religión y se acepten sus “progresadas” ideologías que ofrecen salvar al hombre del futuro, ideologías que son propias de una política irracional que busca el poder por encima de la verdad. Para esta interpretación mitológica del progreso, la religión es un peligro. Para ese fin, Dios, la religión y de manera especial el catolicismo son un obstáculo.

Frente a ello los católicos, comprometidos en la tarea política, ofrecemos nuestra fe en el Evangelio, las enseñanzas del Magisterio que actualizan la tradición de la Iglesia, pero también ofrecemos para todos los hombres de buena voluntad, que no conocen o aceptan nuestra fe o que sólo aceptan dialogar racionalmente, una filosofía. La filosofía del humanismo integral, también calificado como cristiano.
Esta filosofía del Humanismo integral o cristiano, fue asumida por la Iglesia Católica y es parte de la Doctrina Social de la Iglesia; el Humanismo integral aparece como un aspecto clave en su Compendio.[8]
El Papa Pablo VI considera el Humanismo integral en la bibliografía de la Encíclica Populorum Progressio (nº 42), afirmando al respecto que es un humanismo que tiende al Absoluto: "Tal es el verdadero y pleno humanismo que se ha de promover".
Posteriormente el Papa Juan Pablo II en reiteradas ocasiones se refirió a la necesidad de promover "los valores de un humanismo integral, fundado en el reconocimiento de la verdadera dignidad y de los derechos del hombre, abierto a la solidaridad cultural, social y económica entre personas, grupos y naciones, con la conciencia de que una misma vocación agrupa a toda la humanidad" [9]
Este humanismo cristiano es el que Benedicto XVI sostiene que es nuestra mayor aportación al desarrollo y una inspiradora meta por la que esforzarse.

“El futuro de la humanidad depende del compromiso de todos. Solo si se persigue un humanismo integral y solidario…” [10]
“La fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es un humanismo cristiano” [11]

El laicado cristiano, en general, en su mayor parte, aparece confuso y esfumado de la vida política, hay un pérdida de la identidad política y significativa de lo cristiano, más aún, con frecuencia se oculta y disimula incluso en aquellos partidos que son originarios de una tradición democrática y cristiana.
Es notable el déficit de presencia política de los cristianos laicos.
¿Quizá eso ocurre porque muchos de nosotros laicos cristianos estamos viviendo una fe más personal y eclesial pero privada, menos comprometida con lo social y lo político?
La transformación social y cultural pertenece a la entraña de la fe cristiana y la ha ejercido desde su génesis. La fe cristiana nos invita y nos llama al compromiso político. La caridad implica caridad política.
Para que el Evangelio sea acogido aspiramos a un número mayor de laicos católicos que jueguen un papel importante en la vida política y en los partidos políticos; que pasen de la doctrina social de la Iglesia al establecimiento de objetivos para la acción (teología pastoral o ideología), [12] construyendo una sociedad personalista y comunitaria mediante un proceso de desarrollo humano integral. [13]

Los nuevos tiempos están haciendo una llamada al compromiso y al liderazgo de cristianos laicos que, en colaboración y diálogo con otros y en diferentes opciones políticas, con el vademécum de la Doctrina Social de la Iglesia, enriquezcan ese noble campo de la «res publica» con el humanismo cristiano. [14]

Junio de 2010

NOTAS

[1] Discurso del Papa a los miembros del Consejo Pontificio para los laicos - mayo 2010
http://6865.blogcindario.com/2010/06/09005-discurso-del-papa-a-los-miembros-del-consejo-pontificio-para-los-laicos-mayo-2010.html

[2] Gaudium et spes, 76

[3] Véase Ramiro Pelletero. Animar a la política. 28-05-10. http://infocatolica.com/?t=opinion&cod=6541
[4] Capítulo de nuestro trabajo RESPONSABILIDAD DEL CRISTIANO HACIA EL MUNDO Y LA POLÍTICA (Véase nuestro blog en el año 2007: www.ataliva.cl)

[5] Las estructuras de pecado son situaciones sociales o instituciones contrarias a la ley divina, expresión y efecto de los pecados personales. (Catecismo de la Iglesia Católica #1869) y Compendio nº 119.

[6] Josep Miró i Ardevol. Los laicos en la Iglesia y en el mundo. http://www.iglesiaviva.org/223/223-31-DEBATE.pdf

[7] Discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida (Brasil) en mayo de 2007
http://www.uc.cl/facteo/centromanuellarrain/download/doc_de_aparecida.pdf

[8] Compendio de la doctrina social de la Iglesia.
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html
[9] Mensaje del Santo Padre para la 17a Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (1983)
[10] Benedicto XVI en su mensaje enviado al Cardenal Renato Martino, Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz. Vaticano, 14 de abril de 2008. http://www.arquibogota.org.co/?idcategoria=5390

[11] Benedicto XVI. Caritas in veritate, nº. 78.

[12] Véase al rerspecto: Doctrina social de la Iglesia, teología pastoral e ideología en mi blog: www.ataliva.cl , año 2010

[13] Compendio 392. El objetivo que los creyentes deben proponerse es la realización de relaciones comunitarias entre las personas. La visión cristiana de la sociedad política otorga la máxima importancia al valor de la comunidad, ya sea como modelo organizativo de la convivencia, ya sea como estilo de vida cotidiana.
El enfatizar la naturaleza social del hombre, como consecuencia de la concepción de la persona, ente eminentemente dialogal, nos conduce a la comunidad.

[14] Véase: Ramiro Pelletero. Animar a la política. 28-05-10. http://infocatolica.com/?t=opinion&cod=6541