miércoles, julio 05, 2006

Cristianismo y política

CRISTIANISMO Y POLÍTICA.
Ataliva Amengual[1]

Publicado por Instituto Acton Argentina, julio 2006

Abstract de CRISTIANISMO Y POLÍTICA
El objetivo de este artículo es señalar y clarificar algunas tendencias culturales ambiguas de nuestra época. Así, a la luz del actual “relativismo moral” (según el cual los valores no parecen tener fundamento en la realidad objetiva, sino que dependen de lo que cada sujeto acepta) y en función de la “tolerancia moderna” (entendida como una tolerancia excluyente de todo aquel que se adhiere firmemente a lo que tiene por verdadero), surge el tema de la libertad de los ciudadanos católicos. El hombre existe ante todo como centro de conciencia y de libertad, cuya historia única y distinta de las demás expresa su irreductibilidad ante cualquier intento de circunscribirlo a esquemas de pensamiento o sistemas de poder, ideológicos o no: el hombre sólo puede dirigirse al bien en la libertad. Asimismo, se reflexiona sobre el rol de la Iglesia, como agente que debe escrutar los signos de los tiempos y entregar bases que permitan dilucidar el rol del los políticos católicos y de la Iglesia en política.

Índice
Consideraciones sobre la situación actual
Libertad de los ciudadanos católicos
La Iglesia debe escrutar los signos de los tiempos
El futuro más que «descubrirlo» hay que hacerlo.
Distinguir entre políticos católicos y la Iglesia en política.
Política y los políticos católicos
La Iglesia y la política
Política y laicidad


Consideraciones sobre la situación actual

En una época donde reina la incertidumbre y donde hay algunas tendencias culturales ambiguas, es necesario señalar y clarificar dichas orientaciones y posiciones.
La primera orientación y postura que abordaremos es la del relativismo que se manifiesta en la propuesta de un pluralismo ético, y que ya hemos abordado en un trabajo anterior, [2] en el cual decíamos que en el pensamiento moderno hay una tendencia a proclamar la inexistencia de valores absolutos; pues sólo hay opciones y opiniones. Los valores no tienen fundamento en la realidad objetiva, sino que dependen de lo que cada sujeto acepta, es decir, son subjetivos, lo que significa que no existe ningún valor absoluto para el hombre. Sin valores objetivos la ley pierde su fundamento pues no se pueden evaluar los actos ni la leyes y por consecuencia, imperará la ley del más fuerte y se abandonará el bien común.
De este modo, ha desaparecido la necesaria exigencia de verdad en aras de un criterio de sinceridad, de autenticidad, de “acuerdo con uno mismo”, de tal forma que se ha llegado a una concepción radicalmente subjetivista del juicio moral. [3] Como consecuencia de esta orientación se agrega a que dicho pluralismo ético es condición sine qua non de la democracia. [4]
Al afirmar el pluralismo ético, se reivindica la completa autonomía subjetiva por sobre la moral objetiva y se afirma el individualismo y las preferencias subjetivas sobre la moral objetiva.
Vinculado con este relativismo moral está la concepción de la tolerancia como respeto irrestricto e incondicional a las ideas de los demás.
Ya lo expresábamos en el artículo arriba señalado [5], bajo el subtítulo “Tolerancia” donde decíamos que a la negación de toda verdad absoluta como fundamento primario del conocimiento, sigue un concepto de tolerancia excluyente de todo aquel que se adhiere firmemente a lo que tiene por verdadero. La democracia relativista otorga a la tolerancia un carácter dogmático: parte del supuesto de que todo aquel que sustenta una concepción absoluta, sea religiosa, filosófica o política, no puede ser sino intolerante y antidemócrata, porque no se podría esperar de él que aceptara una visión diferente de la suya, pues, se da por descontado que la dinámica interna de su propia visión absoluta lo inducirá a imponerla a los demás por medios totalitarios. De este modo, la tolerancia, es decir, el respeto incondicional a los demás y a sus ideas, se presenta como el bien supremo. Hay que tener en cuenta que esta concepción relativista de la tolerancia es fruto de una confusión, pues el derecho derivado de la dignidad humana de cada persona es mucho más que la tolerancia: es el respeto a la libertad humana.

Nosotros pregonamos el respeto y la libertad de cada persona humana por ser hijo de Dios, que nos hizo libres y
al darnos la libertad, nos la dio para que, por nuestra propia y libre voluntad, le busquemos y busquemos aquello que nos acerca a Él. De allí proviene el derecho a la libertad de conciencia.

Libertad de los ciudadanos católicos

Nos decía León XIII que la libertad, es el bien más noble de la naturaleza, que pertenece únicamente a los seres inteligentes, y que da al hombre la potestad de sus acciones. [6]
El hombre existe como ser único e irrepetible, existe como un "yo", capaz de autocomprenderse, autoposeerse y autode­terminarse. La persona humana es un ser inteligente y cons­ciente, capaz de reflexionar sobre sí mismo y, por lo tanto, de tener conciencia de sí y de sus propios actos.
La persona humana debe ser comprendida siempre en su irre­petible e insuprimible singularidad. En efecto, el hombre existe ante todo como subjetividad, como centro de conciencia y de libertad, cuya historia única y distinta de las demás expresa su irreductibilidad ante cualquier intento de circunscribirlo a esque­mas de pensamiento o sistemas de poder, ideológicos o no.[7]
El hombre sólo puede dirigirse al bien en la libertad[8]


La Iglesia debe escrutar los signos de los tiempos

«Al atardecer decís «va a hacer buen tiempo, porque el cielo tiene un color rojo de fuego», y a la mañana: «Hoy habrá tormenta porque el cielo tiene un rojo sombrío». ¿De modo que sabéis discernir el aspecto del cielo y no podéis discernir los signos de los tiempos?» [9].

«Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio» , [10] Pues la salvación que nos conquisto Je­sús (cf. 1 Co 6,20; 1 P 1,18-19), si bien se realiza plenamente después de la muerte, también se efectúa en este mundo, en todos los ámbitos (en la economía y el trabajo, en la técnica y la comunicación, en la sociedad y la política, en la comuni­dad internacional y las relaciones entre las culturas y los pueblos): "Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al hombre entero y a todos los hombres, abriéndoles a los ad­mirables horizontes de la filiación divina".[11]

La Iglesia debe escrutar la historia, descubriendo en ella los signos de la presencia y de la acción de Dios. [12]

“La Iglesia no se cansa de anun­ciar el Evangelio que dona salvación y libertad auténtica también en las cosas temporales la Iglesia no se cansa de anun­ciar el Evangelio que dona salvación y libertad auténtica también en las cosas temporales”.[13]

Debemos admitir que no siempre es fácil leer los signos de los tiempos, si bien, podemos especificar los temas existenciales de las personas y especialmente la situación de los pobres, [14] que son los signos de los tiempos que nos desafían a dar una respuesta desde la palabra de Dios y nuestra fe personal. Este diálogo entre la experiencia de vida de las personas humanas y nuestra fe es el núcleo de lo que debemos realizar.

El futuro más que «descubrirlo» hay que hacerlo.

Estoy convencido de que el futuro -más que «descubrirlo»- hay que hacerlo, y que el porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las futuras generaciones razones para vivir y para esperar y ello depende en gran medida la acción de los políticos.

Y los cristianos son parte de la humanidad que tienen conciencia de la salvación que en ella se ejecuta. No obstante, también hay quienes no son cristianos pero que luchan por un mundo mejor estimulando el llamado de Jesús al reino de Dios, quizás, sin saberlo, más que muchos cristianos.

La salvación, por tanto, no es esperar un mundo distinto, sino convertir este mundo en otro. Se trata de ayudar a que poco a poco surjan las potencialidades contenidas en el mundo. San Pablo nos dice que la creación está preñada del Reino de Dios. [15]

Teilhard de Chardin escribió sobre la importancia que tiene esta idea para dar fundamento al compromiso del cristiano en el mundo:«Si yo creyera que estas cosas se marchitan para siempre, ¿les habría dado vida jamás? Cuanto más me analizo, más descubro esta verdad psicológica: que ningún hombre levanta el dedo meñique para la menor obra sin que le mueva la convicción, más o menos oscura, de que está trabajando infinitesimalmente (al menos de modo indirecto) para la edificación de algo Definitivo, es decir, tu misma obra, Dios mío. Esto puede parecer extraño y desmedido a quienes obran sin analizarse hasta el fondo.Y sin embargo, se trata de una ley fundamental de su acción (... ) En consecuencia, todo cuanto mengua mi fe explícita en el valor celeste de los resultados de mi esfuerzo, degrada irremediablemente, mi poder de obrar.Señor, haz ver a todos tus fieles cómo en un sentido real y pleno «sus obras les siguen» a tu Reino: «opera sequuntur illos». Sin esto serán como los obreros perezosos a quienes no espolea una misión. O bien, si el instinto humano domina en ellos las vacilaciones o los sofismas de una religión insuficientemente iluminada, permanecerán divididos, incómodos en el fondo de sí mismos». [16]

Distinguir entre los políticos católicos y la Iglesia en política.
Es importante distinguir entre políticos católicos y la Iglesia en política. La Iglesia tiene que cuidarse en su relación institucional con la política. Y los católicos han de tener muy claro cómo la fe influye en las decisiones políticas, aunque puede haber católicos en una amplia gama de partidos.

Política y los políticos católicos

La política, es el conjunto de decisiones para ordenar una nación, requiere políticas sociales, económicas, culturales, etc., es la capacidad de influir en otros para que piensen y actúen distinto a lo que harían si no se tuviese poder y los políticos son los sujetos de dicha influencia. Con ese fin los políticos forman partidos políticos y los cristianos también estructuran partidos políticos. Pero no cualquier política es una buena política, sino la orientada al Bien Común, [17] sin el cual no hay buena sociedad.

Sin embargo, no se trata de que haya un único partido católico, porque los católicos no tenemos respuestas políticas únicas. Sí tenemos una actitud de fe única sobre cómo se deben tomar las decisiones políticas.

Dado que Dios ha dejado al juicio libre y responsable de cada uno el conformar las soluciones temporales y concretas, de ello se sigue que la Iglesia no puede dar pautas para soluciones concretas y menos soluciones únicas.

Y Santo Tomás, escribe: "...no todos los principios comunes de la ley natural pueden aplicarse de igual manera a todos los hombres, por la gran variedad de circunstancias. Y de ahí provienen las diversas leyes positivas según los distintos pueblos" [18]

Anotemos que esta distinción entre principios y aplicación de ellos a la realidad espacio-temporal no se compadece con la identificación de la política con la doctrina como parece expresarse en los diversos “integrismos”, esto es la actitud de quienes rehúsan adaptar la aplicación de una doctrina a nuevas condiciones socioculturales.

La legítima pluralidad de opciones temporales que la Iglesia acepta da fundamento al compromiso y a la libertad de los católicos en la política, pero debiendo siempre respetar la doctrina moral y social católicas.

La legítima libertad de los católicos para elegir entre las diversas opiniones políticas que se fundamentan en la fe, la ley natural y el bien moral y que según su criterio satisfacen mejor al bien común, no se inscribe en la concepciones relativistas del pluralismo y la tolerancia ni en los integrismos, sino en la aplicación a diversas situaciones histórico-culturales de los principios de la fe y la ley natural y no sobre la base de un criterio relativista o integrista.

Se trata de la libertad de aplicar los principios inmutables a una realidad cambiante y diversa y ello puede dar por resultado la opción de distintas opiniones políticas moralmente aceptables y de las cuales nos hacemos responsables, en conciencia, de la libertad que Dios nos regaló.

Se ha de tener en cuenta que la promoción del bien común de la sociedad política no tiene nada qué ver con aceptar la confesión católica ni menos con la intolerancia religiosa.

Y ante el juicio acerca de la no credibilidad de los políticos, como lo recordaba el Padre Miguel Ortega cuando decía: “No les creo”(a los políticos) dicen algunos. “Son aprovechadores”, dicen otros. “Buscan enriquecerse”, afirman muchos. Hay quienes suponen que “no hablar de política” es una virtud o una condición indispensable para mantener la unidad en la familia, la lealtad con los amigos o para convivir en paz en el trabajo. Hay quienes huyen de los políticos como si se tratara de una peste, una especie de VIH, de la cual es necesario prevenirse o mantenerse alertas”. [19] Debemos recordar que: “La comunidad política, realidad connatural a los hombres, existe para obtener un fin de otra manera inalcanzable: el crecimiento más pleno de cada uno de sus miembros, llamados a colaborar establemente para realizar el bien común, bajo el im pulso de su natural inclinación hacia la verdad y el bien.[20]

Asimismo, hay que estar alertas respecto a los que quieren reducir el cristianismo al ámbito privado de la conciencia o sólo al culto sacramental. El cristiano tiene derecho de intervenir en todos los ámbitos de la vida social, pues también es un ciudadano.

El divorcio entre la fe y la vida diaria debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época. Y nuestras faltas y omisiones respecto a nuestras obligaciones temporales y la deficiencia en relación a los deberes para con el prójimo conllevan una falta a nuestras obligaciones para con Dios.[21]
La enseñanza del Concilio Vaticano II es que «los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la “política”; es decir, en la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común», [22]

Y como agrega nuestro actual Papa Benedicto XVI:
“…los católicos tenemos el deber moral de participar en la actividad política como una manera de contribuir a la construcción del bien común de nuestra sociedad… No puede existir una buena política sin el bien que se concreta en el ser y el actuar… El gozne sobre el que gira una acción política responsable debe ser el hacer valer en la vida pública el plano moral, el plano de los mandamientos de Dios. [23]

Así, pues, los laicos católicos estamos obligados a tener la certeza de que nuestra participación en la vida política esté caracterizada por una coherente responsabilidad hacia las realidades temporales y un respeto a las normas de la fe y la ley natural.

El no abdicar de los principios morales se aplica especialmente a los parlamentarios que “En el caso pues de una ley intrínsecamente injusta, como es la que admite el aborto o la eutanasia, nunca es lícito someterse a ella,«ni participar en una campaña de opinión a favor de una ley semejante, ni darle el sufragio del propio voto».” [24] Además tienen la “precisa obligación de oponerse” [25] a toda ley que atente contra la fe y la ley natural.

Así, pues, si el cristiano debe “reconocer la legítima pluralidad de opiniones temporales” [26] , también está llamado a no aceptar una concepción del pluralismo fundamentado en el relativismo moral, pues los principios éticos por su naturaleza fundan la vida social, y no son materia de negociación. [27]

También afirma León XIII la necesidad de la tolerancia, cuando el bien común lo exige: "...no se opone la Iglesia, sin embargo, a la toleran­cia por parte de los poderes públicos de al­gunas situaciones contrarias a la. verdad y la justicia para evitar un mal mayor o para adquirir o conservar un mayor bien".[28] Hay situaciones en que si no fuera posible evitar o rechazar completamente una ley sobre el aborto, en vigor o que está por ser sometida a votación “un parlamentario, cuya absoluta oposición personal al aborto sea clara y notoria a todos, pueda lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública”.[29]
De ahí la reivindicación de la posibilidad para que los hombres «actúen según su propio criterio y hagan uso de una libertad responsable, no movidos por coacción, sino guiados por la conciencia del deber». [30]

La Iglesia y la política

La Iglesia de manera permanente proclama el Evangelio de Jesús proponiendo la salvación y libertad auténticas también en las cosas temporales, recordando la solemne recomen­dación dirigida por San Pablo a su discípulo Timoteo: "Pro­clama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque ven­drá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas. Tú, en cambio, pórtate en todo con prudencia, soporta los su­frimientos, realiza la función de evangelizador, desempeña a la perfección tu ministerio". [31]

La Iglesia nos predica el Evangelio de Jesús y sus aplicaciones en su doctrina social, doctrina unida indisolublemente a la Fe, a la Esperanza y a la Caridad que nos hacen hermanos en Cristo.[32]

Una acción política responsable debe hacer valer en la vida pública el plano moral, el plano de los mandamientos de Dios.

San Agustín nos dice: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. [33]

Dios, al darnos libertad, nos la dio para que, por nuestra propia y libre voluntad, le busquemos y busquemos aquello que nos acerca a Él.

De ahí proviene el derecho a la libertad de conciencia, y en especial a la libertad religiosa, proclamada por la Declaración Dignitatis humanæ del Concilio Vaticano II, que se fundamenta en la dignidad ontológica de la persona humana, y de ningún modo en una inexistente igualdad entre las religiones y los sistemas culturales.[34]

El Papa Pablo VI ha afirmado que “el Concilio de ningún modo funda este derecho a la libertad religiosa sobre el supuesto hecho de que todas las religiones y todas las doctrinas, incluso erróneas, tendrían un valor más o menos igual; lo funda en cambio sobre la dignidad de la persona humana, la cual exige no ser sometida a contradicciones externas, que tienden a oprimir la conciencia en la búsqueda de la verdadera religión y en la adhesión a ella”. [35]
“...Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de personas particulares como de grupos sociales y de cualquier potestad humana y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a actuar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme con ella en privado o en publico, solo o asociado con otros, dentro de los limites debidos" [36]
Conforme a lo dicho “...Es, por otra parte, costumbre de la Iglesia vigilar con mucho cuidado para que nadie sea forzado a abrazar la fe católica contra su voluntad, porque, como observa acertadamente San Agustín “el hombre no puede creer mas que de buena voluntad". [37]

La constitución Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, hablando de la misión de la Iglesia en el mundo actual nos dice que la comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas en sus propios terrenos.
«La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno… La Iglesia predicando la verdad evangélica e iluminando todos los sectores de la acción humana con su doctrina y con el testimonio de los cristianos respeta y promueve también la libertad y la responsabilidad políticas de los ciudadanos…No pone sin embargo su esperanza en privilegios dados por el poder civil…es de justicia que la Iglesia pueda en todo momento y en todas partes predicar la fe con auténtica libertad, enseñar su doctrina social, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas.» [38]

Lo anterior nos lo reafirma el Vaticano II, en plena conformidad con toda la tradición de la Iglesia: "La comunidad política y la Iglesia son, en sus propios campos, independientes y autónomas la una de la otra. Pero las dos, aun con diverso titulo, están al servicio de la vocación personal y social de los hombres. Este servicio lo prestaran con tanta mayor eficacia cuanto ambas sociedades manten­gan entre si una sana colaboración, siempre dentro de las circunstancias de lugares y tiempos" [39]
Y Maritain nos decía:
“Al mismo tiempo aparece lo que puede llamarse misión propia de la actividad profana cristiana respecto al mundo y a la cultura.
"Diríase que mientras la Iglesia, cuidadosa ante todo de no enfeudarse en ninguna forma temporal, se libera cada día más, no del cuidado de juzgar desde lo alto, sino del de administrar y gestionar lo temporal y el mundo, el cristiano se encuentra entregado a ello cada vez más, no en cuanto cristiano o miembro de la Iglesia, sino en cuanto miembro de la ciudad temporal, es decir, en cuanto miembro cristiano de la ciudad, consciente de la tarea que le incumbe, de trabajar por la instauración de un nuevo orden temporal del mundo.” Sin embargo, de Jesús y su Iglesia tienen un mensaje sobre la convivencia social y política de los hombres. Las bienaventuranzas nos proponen una convivencia social basada en la dignidad del hombre. Así la nueva ley del amor que predica Jesús y su Iglesia es el fundamento de la política.
“La afirmación de la libertad de conciencia y de la libertad religiosa, por lo tanto, no contradice en nada la condena del indiferentismo y del relativismo religioso por parte de la doctrina católica”, [40] sino que es plenamente coherente.

Política y laicidad

La “laicidad”, que se inidica que debería guiar el compromiso de los católicos, requiere ser clarificada.
Si la laicidad se entiende como autonomía de la esfera civil y política de la esfera religiosa y eclesiástica, pero nunca autónoma de la esfera moral la Iglesia la acepta. [41] Tal es así que Juan Pablo II nos señalaba que “Identificar la ley religiosa con la civil puede, de hecho, sofocar la libertad religiosa e incluso limitar o negar otros derechos humanos inalienables».[42]

Ahora bien, si la laicidad equivale a la in­diferencia religiosa y/o al relativismo gnoseológico y/o moral poniéndolos como fundamento a partir de allí de las libertades de los ciudada­nos, entonces no es aceptable para los católicos, como lo hemos señalados en párrafos anteriores. [43]

La laicidad manifiesta que una determinada persona respeta las verdades fundadas (metafísicamente) en el conocimiento natural del hombre que vive en sociedad y no en que una determinada religión que también las enseñe.

La Iglesia, siguiendo a Jesús tiene el deber de defender la concepción cristiana de la vida de sus fieles, que son también ciudadanos, pero ella propone no impone su moral a los no creyentes.

En los últimos dos siglos, muchas veces el Magisterio Pontificio se ha ocupado de las cuestiones principales acerca del orden social y político. Cf. León XIII, Cartas Encíclicas: Diuturnum illud, Immortale Dei, Libertas praestantissimum, Rerum novarum; Benedicto XV, Carta Encíclica Pacem Dei munus pulcherrimum; Pío XI, Cartas Encíclicas: Quadragesimo anno, Mit brennender Sorge, Divini Redemptoris; Pío XII, Carta Encíclica Summi Pontificatus; Radiomessaggi natalizi 1941-1944; Juan XXIII, Cartas Encíclicas: Mater et magistra y Pacem in terris; Pablo VI, Cartas Encíclicas: Populorum progressio, Octogesima adveniens,etc.

Sobre el fundamento de esas enseñanzas se ha estructurado la doctrina social de la Iglesia Católica que “ es la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial. Su objetivo principal es interpretar estas realidades, examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena a la vez trascendente, para orientar en consecuencia la conducta cristiana” [44]

Finalizando nuestra exposición a modo de resumen debemos decir que “La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia. Debe insertarse en ella a través de la argumentación racional y debe despertar las fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que siempre exige también renuncias, no puede afirmarse ni prosperar. La sociedad justa no puede ser obra de la Iglesia, sino de la política. No obstante, le interesa sobremanera trabajar por la justicia esforzándose por abrir la inteligencia y la voluntad a las exigencias del bien.” [45]



NOTAS

[1] Ataliva AmengualChusmiza 1813. Las Condes – Santiago, CHILEFono: 56-2-325 40 45Celular: 08 301 36 10E-mail: ataliva@vtr.netFax: 356 5125

[2] Véase ENSAYO DE REFLEXIÓN SOBRE EL RELATIVISMO, LA TOLERANCIA Y EL PLURALISMO, en mi blog: http://www.ataliva.cl/

[3] JUAN PABLO II. VERITATIS SPLENDOR, nº. 32

[4] Cfr. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Centesimus annus, n. 46, AAS 83 (1991) 793-867; Carta Encíclica Veritatis splendor, n. 101, AAS 85 (1993) 1133-1228; Discurso al Parlamento Italiano en sesión pública conjunta, en L’Osservatore Romano, n. 5, 14-XI-2002.

[5] Véase ENSAYO DE REFLEXIÓN SOBRE EL RELATIVISMO, LA TOLERANCIA Y EL PLURALISMO, en mi blog: http://www.ataliva.cl/.

[6] León XIII. Libertas,n. 1.

[7] Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, parágrafo 131.

[8] Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, parágrafo 135.

[9] Mt 16, 2-3; cfr. 24, 32-33 y Jer 8, 7.

[10] Gaudium et Spes, 4.

[11] Juan Pablo II, Carta enc. Redemptoris missio, 11: AAS 83 (1991) 260.

[12] Gaudium et spes, 1.

[13] Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, parágrafo 2.

[14] Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, parágrafo 5.

[15] San Pablo,Rom 8, 22.

[16] Teilhard de Chardin, Pierre, El medio divino, Taurus-Alianza, Madrid, 1972, p. 30.

[17] Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, parágrafo 61.

[18] Santo Tomás, Suma Teológica, I-II, Q. 95, a. 2 ad 3.

[19] Miguel Ortega. Carta a un Político Cristiano o de buena voluntad. Ed. Tiberíades. Fundación del Arzobispado de Santiago de Chile
www.iglesia.cl/tiberiades.

[20] Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, parágrafo 384.

[21] Constitución pastoral GAUDIUM ET SPES, 43.

[22] Documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Nota Doctrinal de la Santa Sede: Los fieles laicos no pueden renunciar a su participación en política.
[23] Joseph Ratzinger, Cristianismo y politica. Revista Católica Internacional Communio, 2ª. Época, Año 17, julio-agosto de 1995.

[24] Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre el aborto procurado (18 noviembre 1974), 22: AAS 66 (1974), 744.
[25] JUAN PABLO II. EVANGELIUM VITAE . n. 73.
[26] CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral Gaudium et spes, n. 75.

[27] Véase el en mi blog http://www.ataliva.cl/: Ensayo de reflexión sobre el relativismo, la tolerancia y el pluralismo bajo el subtítulo: La tolerancia.

[28] León XIII. Libertas, n. 23.

[29] JUAN PABLO II, Carta Encíclica Evangelium vitæ, n. 73.
[30] Concilio Vaticano II. DIGNITATIS HUMANAE , Nº 1.
[31] San Pablo, 2 Tim 4,2-5.

[32] Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, parágrafo 3.

[33] San Agustín. Serm. 169,11,13

[34] CONCILIO VATICANO II, Declaración Dignitatis humanae, n. 1: «En primer lugar, profesa el sagrado Concilio que Dios manifestó al género humano el camino por el que, sirviéndole, pueden los hombres salvarse y ser felices en Cristo. Creemos que esta única y verdadera religión subsiste en la Iglesia Católica». Eso no quita que la Iglesia considere con sincero respeto las varias tradiciones religiosas, más bien reconoce «todo lo bueno y verdadero» presentes en ellas. Cfr. CONCILIO VATICANO II,Constitución Dogmática Lumen gentium, n. 16; Decreto Ad gentes, n. 11; Declaración Nostra ætate, n. 2; JUAN PABLOII, Carta Encíclica Redemptoris missio, n. 55, AAS 83 (1991) 249-340; CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, DeclaraciónDominus Iesus, nn. 2; 8; 21, AAS 92 (2000) 742-765.

[35] PABLO VI, Discurso al Sacro Colegio y a la Prelatura Romana, en Insegnamenti di Paolo VI, 14 (1976), 1088-1089).

[36] Concilio Vaticano II, DIGNITATIS HUMANAE, nº. 2.

[37] San Agustín, Tractatus in Io. Evang. 26,2: PL 35,1607.

[38] Constitución pastoral GAUDIUM ET SPES. Nº 76.

[39] Gaudium ed. Spes., No. 76.

[40] Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política. Congregación para la Doctrina de la Fe. 24 de noviembre de 2002, Nº 8.
[41] Congregación para la Doctrina de la Fe. Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política.. 24 de noviembre de 2002, Nº 6.

[42] Ibid.

[43] Véase el ya mencionado ENSAYO DE REFLEXIÓN SOBRE EL RELATIVISMO, LA TOLERANCIA Y EL PLURALISMO, en mi blog: http://www.ataliva.cl/.

[44] Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 411.
[45] Benedicto XVI, Carta encíclica Deus caritas est, nº 28.

3 Comments:

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